“Vivimos en el mundo real, pero lo estamos cambiando”, dice Pao Raffeta. Y sonríe con toda la cara. Es docente, especialista en Educación Sexual Integral (ESI), gestore cultural, artista, militante no binarie por los derechos LGTBIQ+, por un Estado Laico y referente del “movimiento por la apostasía colectiva”. Sus formas de cambiar el mundo.
Devenir111. ¿Cómo fue tu niñez y adolescencia siendo una persona con tantas inquietudes?
Pao. Horrible, me la pasaba en la biblioteca, ahí estaba a salvo. Ese era un refugio de pertenencia porque para la adolescencia era insoportable mi personalidad. Era difícil la relación con otros. Encima era torta, entonces lo que podía ser un factor de cohesión con las amigas, los romances, los chicos que te gustaban, para mí era una cosa misteriosa, no sabía de qué hablaban, así que no tenía mucho éxito. También hice deportes en una época, pero después empecé a fumar y a trasnochar y dije: “¡Esto no es para mí!”.
D. Estudiaste en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y en la Universidad del Salvador ¿Cómo fue esa experiencia?
Pao. Si, hice Bellas Artes en la Belgrano. Si terminabas la secundaria y tenías mucha formación y práctica docente, salías con título de maestra de dibujo. Cuando terminé tercer año podía seguir la carrera de Bellas Artes, pero había flasheado con el arte oriental y quería hacer algo relacionado con eso. Lo único más o menos parecido, y que además me dejaba ingresar sin secundario completo, era la Universidad del Salvador. Entonces terminé “cayendo en una institución privada” por primera vez en mi vida. Hice la licenciatura en estudios orientales, que me parecía una belleza en esa época. Hoy me parece colonial, racista y que atrasa 150 años. Después, di clases ahí 10 años, enseñaba chino y en los últimos años también historia del arte oriental. Con algunos compañeros estábamos organizando el movimiento de apostasía colectiva, hacíamos presentaciones en los arzobispados con banderas y todo el escándalo. Un día salió una nota en un diario y al día siguiente me mandaron una “cartita” de despido. Hice un largo juicio laboral en el que “pasaron cosas”. Una de esas cosas fue que Bergoglio, que era a quien le había mandado la carta de apostasía por su rol de Arzobispo de Buenos Aires y de autoridad religiosa de la Universidad del Salvador, en ese lapso llegó a Papa, entonces me hicieron bosta.
D. En una entrevista dijiste que estudiando teología en El Salvador es cuando decidiste alejarte de la Iglesia Católica, es una hermosa ironía…
Pao. Y, sí. Lo que tendrían que hacer los curas es sentarse con la gente alrededor a leer La Biblia y que vayan renunciando a medida que se retiran. Yo tuve formación religiosa en la infancia y en esa época sabía que para ser presidente había que bautizarse. Me ofrecían fiesta, regalo y la salvación o el infierno, yo dije: “bueno fiesta, regalo, y posibilidades de ser presidente”, así que me bauticé. Ahí empezó y terminó mi aventura religiosa. Estudiar teología en El Salvador era igual que otras materias, como filosofía judía, budista, de la India o religiones de China. Era parte de un paquete de formación integral en religiones comparadas pero para mis compañeros de facultad, que habían estudiado en escuelas de monjas y curas, era doctrina. Me sorprende que no haya habido camadas de apóstatas ahí.
D. Durante el debate por la legalización del aborto las agrupaciones por la apostasía colectiva alcanzaron cierta visibilidad porque estaban siempre presentes con un stand. Cuándo vos quisiste renunciar, ¿estas agrupaciones ya existían o existieron después?
Pao. Sí, me encontré con la apostasía organizándose el año en que Uruguay aprobó la ley de aborto. Era presidente Tabaré Vázquez y él la vetó porque dijo que respetaba las convicciones religiosas de su esposa. Yo participaba en esa época en RIMA (Red Informativa de Mujeres de Argentina), participaban mujeres de toda América Latina y una de las banderas que levantaban era la apostasía. Tuve una reacción espontánea de no querer pertenecer más a esa institución que tanto hace contra nuestros derechos. También conocí a Cristina Ferreyra que había formado “Argatea” (Asociación Argentina de Ateos), ella había apostatado por la suya. Y a una pareja de compañeros de “Ateos Militantes” que también lo habían hecho. Entonces, la apostasía era una cuestión de ateos que la hacían por su cuenta, con información que traían de Europa.
D. Vos renunciaste a la Iglesia Católica en el ´99 y aún figurás en tu acta de bautismo con la leyenda “apostató de la fe” ¿Existió una intimación del Estado a los Arzobispados para que se oficializara tu apostasía?
Pao. Sí, primero los obligaron a adaptar su registro según marca la ley. Después, les cobraron una multa porque no tenían en regla su base de datos digital; entonces el Arzobispado de San Justo tuvo que registrarla, nombró una persona responsable bla-bla-bla, e hicieron todo como debían y zafaron. Les pusieron una multa de 20 mil pesos que la pagaron y se cagaron de risa. Yo había denunciado al Obispado de San Justo por la digitalización de mis datos sin mi autorización y a la parroquia donde me bauticé en Capital por haberlos cedido y no registrar mi apostasía. A eso no le dieron bola. Se niegan y no hay un solo caso de borrado de acta de bautismo en el mundo, que sepamos hasta ahora. A mí me borraron de la base de datos digital; pero no pudieron demostrar cuándo me cargaron, me borraron, ni cuánto tiempo tardaron en hacerlo. Otra vez les pusieron una multa que fue de 80 o 90 mil pesos, que tampoco es tanto para ellos.
D. ¿Y a pesar de la intimación del Gobierno no pasó nada con el acta de bautismo?
Pao. No, ellos afirman que se atienen a la ley. ¡La excusa que dan es hermosa! Dicen que el bautismo deja una marca indeleble en el alma y por eso no se puede borrar del libro ¿Pero cómo? Si es indeleble en el alma ¿Para qué necesitás el libro? Además Dios todo lo puede, si puede sostener el equilibrio del universo, puede ver a través de un post it o de un liquid paper que le pongan a mi nombre. Y si está en el alma y es indeleble Dios las va a ver. Así es como soy apóstata.
D. También militás a favor de la separación de la Iglesia del Estado. ¿En qué pensás que modificaría esta separación, por ejemplo, la educación o la justicia?
Pao. En primer lugar, ese es un paso indispensable. Porque la doctrina católica sostenida por los sectores más conservadores infiltrados en el Estado no tienen para nada una perspectiva de derechos. Al contrario, atenta contra los de las mujeres en general. Gays, lesbianas, personas bisexuales y trans muy en particular. Y de todo aquel que no se ajuste a la moralidad y a la forma de vida propuesta por el cristianismo. Si eso se mantiene dentro del ámbito de la Iglesia y de los ritos, cada quien hace de su vida su preferencia. Pero cuando tenés que dar educación sexual, no podés hacerlo a partir de una doctrina religiosa porque no es equitativo, igualitario, científico, ni válido. Si hay algo que no puede decir la Iglesia Católica es que la virginidad es anticonceptiva; ahí tenemos a la Virgen, Madre de Dios. Si a ella le pasó ¿qué le queda a una pibita? Además hay acciones sistemáticas contra nuestros derechos: escraches, denuncias, obstáculos a abortos legales, al reconocimiento de la identidad de género. Se opusieron al matrimonio igualitario, al divorcio vincular, a la patria potestad compartida. A todo aquello que iba a avanzar sobre la calidad de vida de mujeres y disidencias. No hablo de los curitas de barrio que reparten preservativos y orientan a las pibas para que vayan a una salita más amigable a hacer una consulta, estoy hablando de las instituciones religiosas que tienen todo el poder en la Argentina.
D. Enrique Stola, perito en la causa Grassi, dice que mientras entres al despacho de un juez y te encuentres con una cruz, tenés que saber que el acceso a la justicia no será igualitaria para todos.
Pao. Por supuesto. Cuando fui por mi juicio laboral, con un telegrama que decía: “Por sus convicciones contra la Iglesia Católica y sus manifestaciones sobre la apostasía”, el Tribunal, que se supone imparcial, estaba lleno de cruces, vírgenes y estampitas. ¿Qué garantía de justicia me da si voy a denunciar el abuso del poder de la Iglesia y todos sus símbolos están ahí? Cuando vi la sentencia decía: “Tenés razón, acá tenés 6 mil pesos de indemnización” ¡6 mil! Cuando apelamos me dieron 20 mil por 10 años de trabajo y un despido discriminatorio según el INADI. La separación de la Iglesia y del Estado es indispensable en salud, en educación, en justicia, en seguridad.
D. Algo muy interesante que decís es que los organismos de DD HH deberían también plegarse a este pedido porque tener educación y justicia laica forma parte de nuestro derecho humano.
Pao. Sí, es difícil porque los Organismos de Derechos Humanos están conformados por gente de varias religiones cristianas y entonces no lo ven como una prioridad, sino como un problemita de personas un poco revoltosas, que no podemos ver la importancia de la obra de caridad, de la gracia y no sé qué. De hecho con Apostasía Colectiva tuvimos algunas adhesiones, pero hubo mucha resistencia. No les parecía un reclamo urgente, ni importante, ni nada. Que una docente de una Universidad privada se quede sin trabajo no es argumento para quemar las naves contra, por ejemplo, un Papa peronista y argentino. Sí tuvimos apoyo incondicional de todos los movimientos LGBT, de muchos movimientos de mujeres que ven fácil la contradicción, inclusive de mujeres LGBT que son católicas e igual reconocen la necesidad de esta separación urgente.
D. Hay tres derechos que el Estado reconoció: la Ley de Identidad de Género, la de Cupo Laboral y el Documento No Binario. ¿Cuál es tu opinión sobre la implementación y qué te parece que falta todavía?
Pao. Lo que más falta es educación de funcionarios, de los que tienen que implementar las leyes. Pongo un ejemplo: el Censo. Hace meses que organizaciones trans estamos instando al INDEC a que nos permita participar en el diseño de las preguntas sobre identidad de género. Nos dieron entrevistas, nos escucharon y no nos dieron bola. Hicieron un formulario que no respeta la ley de Identidad de Género. Ahora hicieron una modificación, pero antes ni siquiera había espacio para la gente con documento X. El Estado por un lado reconoce las identidades por fuera del binario, pero por otro hace las preguntas equivocadas. Por ejemplo, sobre embarazos, partos e hijos nacidos vivos se les consulta a las mujeres, a mí no me van a preguntar porque mi documento dice varón, entonces mi hija no va a ser contada. Sé que es muy difícil, entiendo que cuando dicen “vamos a hacer una sección sobre identidad de género” están legítimamente preocupados por saber cuántos somos. Pero no quieren informarse o reconocer que no saben cómo contarnos y entonces lo hacen como les parece. Nos preguntan: “¿Sos mujer o mujer trans?” y eso es violento. Preguntá directamente “¿Sos trans?” Sí, no, no sabe/no contesta y listo. También pusieron una categoría que es “ignorado”, como si alguno de nosotros ignorara si es hombre, hombre trans, mujer, mujer trans, travesti, o persona no binaria. Después, nos convocaron por el cupo trans a participar del Programa Nacional de Educación Sexual Integral y nos hacen llenar un formulario donde las opciones son hombre o mujer ¿Por qué sólo esas dos? ¿Por qué si el Estado reconoce que hay gente con otros documentos? ¿Por qué te preguntan el nombre del DNI, si saben que hay personas trans que quizás no hicieron el cambio? Entonces el Estado, para contratarme como persona trans, me violenta desde que relleno el formulario. Hay un avance enorme con todas estas leyes, pero hay que seguir trabajando en la implementación de la Ley Micaela, porque es lo que va a garantizar que las personas trans seamos plenamente incluídas y podamos gozar de todos los derechos consagrados.
D. Este número de Devenir 111 hace eje en la desobediencia; por eso te convocamos, porque para la sociedad sos desobediente. ¿Cómo definirías la desobediencia y cómo te definirías vos?
Pao. Desobediente me gusta. Es una palabra no binaria y me parece un concepto piola en relación a los mandatos culturales que intentan condicionar nuestras vidas. Por supuesto hay abusos de la desobediencia, como puede ser la gente que se niega a vacunarse, a usar el barbijo y al certificado sanitario. Esas son formas peligrosas que tienen más que ver con políticas anti derechos que con la autodeterminación sobre el propio cuerpo. El concepto de la desobediencia es muy lindo y me gustaría homenajear en él a las compañeras y compañeros de Historias Desobedientes. Es una maravilla ese movimiento y, como persona que tiene un montón de parientes milicos, también me representa. El derecho a la desobediencia a las normas injustas es algo que tenemos que regar todos los días.
Pao Raffetta, Maestría en Estudios y Políticas de Género. Licenciatura en Estudios Orientales, Especialista Superior en Educación Sexual, Docente especializado en Educación Sexual Integral (ESI). Apóstata de la fe católica, nació en 1974.