Sabino Villaveirán:  «Como fantasmas»

La tan mentada Carrera Docente se parece menos a una búsqueda de la excelencia profesional y personal que a una justa deportiva en la que la meta cada vez se encuentra más alejada del objetivo del que se nutre la vocación docente. Como en una tabla de proporcionalidad directa, a medida que se va ascendiendo en ella se ven más distantes los motivos que llevaron a iniciarla.

Para mejor explicar el asunto de la nota, permítanme hacer esta introducción necesaria. Los cargos de maestra/o de grado se adjudican de acuerdo a un puntaje. Existe un puntaje inicial que surge una vez terminado el profesorado y está supeditado a la carrera secundaria que el/la docente haya cursado, que oscila entre los nueve y diez puntos. Con esos puntajes mínimos solo se puede acceder a suplencias relativamente cortas. Así el o la docente recién recibido/a peregrina de escuela en escuela durante un tiempo hasta lograr establecerse. La condición de suplente es sumamente incómoda. Por un lado, se ingresa en un grupo de alumnes que no conoce y al que, seguramente, no va a llegar a conocer y que está acostumbrado a los tiempos y los modos del docente titular, al que generalmente extraña; lo que lo ubica en una posición de intruso que es difícil superar. En lo estrictamente pedagógico, el/la maestro/a suplente debe amoldarse a una planificación preestablecida por el/la docente titular, que determina qué contenidos trabajar y en qué tiempos, lo cual lo obliga solo a darle continuidad a lo que viene sucediendo, sin ningún albedrío. Debe tomar los contenidos dejados por el/la docente con licencia y reforzarlos ya que pronto tendrá que dejar el cargo. Merced a los centésimos que otorgan cada año trabajado y los cursos de capacitación que se realicen, ese puntaje inicial se ve acrecentando y, en algún momento, lo habilita a tomar un cargo en el acto público de adjudicación, que se realiza; por lo general en febrero de cada año. Esta situación permite que se puedan elegir cargos más duraderos, según sea el tenor de la licencia a la que correspondan; pudiendo ser incluso de más de un año lectivo. El devenir del tiempo y de la condición de revista que el/la titular del cargo en cuestión ostenta, se pasa a la condición de Interino, que dura como máximo dos años, ya que significa que ese cargo está apto para ser elevado a la categoría de Maestro Titular, lo que significa que, transcurrido ese tiempo, la persona cesa en el cargo y deba volver al acto público para acceder a otro. Al cabo de un tiempo de duración imprecisa, porque depende de múltiples factores, se consigue reunir un puntaje lo suficientemente elevado como para aspirar a una titularidad.

El paso de ser suplente a titular de un cargo no solamente brinda estabilidad laboral, con su consabida seguridad económica; sino que también asegura un desarrollo profesional más amplio y sustentable toda vez que consolida su posición, tanto en el aspecto estrictamente laboral como también en el profesional. El hecho de tener a cargo un grupo de alumnes durante todo el año lectivo permite manejar los tiempos con mayor naturalidad, lejos del apremio y la inestabilidad que el/la docente suplente experimenta, ya que proporciona un conocimiento del grupo en su conjunto y de cada una de las individualidades que lo componen, que es fundamental a la hora de ejercer la docencia. Tener un contacto diario y prolongado con el grado a cargo, facilita la comunicación y el conocimiento mutuo, lo que optimiza el proceso de enseñanza-aprendizaje. Bien sabido es, para los que ejercimos o ejercemos la docencia, que los salarios que se pagan por cargo de jornada simple son; por lejos, insuficiente para la propia manutención y mucho más para la de una familia. Por tal motivo les docentes nos vemos obligados a trabajar en escuelas de jornada completa, que son las menos, o en dos de jornada simple. Cualquiera de las dos alternativas atenta contra la calidad educativa. Los motivos que provocan esta situación son muchos y complejos, por lo que voy a dejarlos para otra oportunidad. No quiero que su abordaje me desvíe del núcleo que sustenta este artículo. Solo lo menciono en relación con la carrera docente, que es lo importa en esta nota.

La persona en cuestión consigue, por fin, acceder a un cargo titular, se “titulariza”. En esa condición permanece algunos años durante los cuales consigue reunir un puntaje considerable, que se obtiene; como se ha dicho por año trabajado y mediante le realización de cursos de capacitación o de carreras. Con el tiempo, el deterioro neuronal, el estrés del ruido que abunda en las escuelas, los nódulos en las cuerdas vocales y la pérdida de la paciencia para con les niñez, abren una venta perniciosa tras la cual resplandece, como un jardín con mariposas y amapolas, la Carrera Docente. El primer escalón en ese falso progreso es acceder a la secretaría de una escuela. Por lo general se arriba a ellas mediante el ya nombrado título de secretaria/o “suplente”, cargo que, a su vez, está en disposición debido a que el/la titular accedió a una vicedirección, también, claro, como suplente. La función de las/os secretarios tiene dos acciones principales. Por un lado, tienen a su cargo la coordinación pedagógica de algún ciclo dentro de la escuela y por el otro deben encargarse de cumplir con toda la requisitoria burocrática que las supervisiones escolares exigen, en muchos casos a requisitoria del Ministerio de Educación. O sea, papeleo, aunque en la actualidad sea vía mails. Pese a que en la mayoría de las escuelas se han agregado personal estrictamente administrativo, no docentes, son horas y horas frente a los teclados. De esta manera, la coordinación de los ciclos queda relegada para el tiempo libre, que nunca se materializa, o para algún caso puntual y grave que requiera la intervención del equipo de conducción. La secretaría escolar significa, espero haber sido claro, el primer paso en la dirección contraria a la elección primigenia, responda ésta a cualquiera de los factores que la prohijan.

Posteriormente surge en los/as secretarios/as la necesidad, el deseo y la obligación moral de convertirse en vicedirectores/as. ¡Si llegué hasta acá, porque no ir por más! La labor que atañe a esta jerarquía es difusa. Solo en las escuelas de jornada completa o en las pocas de jornada simple que cuentan con comedor; las/os vicedirectoras/os se encargan de todos los aspectos relacionados con el mismo. Atender a su buen funcionamiento, a la atención que los/as niños/as reciben de las camareras, verificar la calidad de la comida y la cantidad sea suficiente para todo el alumnado, tratar con el concesionario y autorizar el pago que éste recibirá por su servicio. En cuanto a lo pedagógico su función no queda clara y se diluye en intermedios preocupantes, dejando su accionar e influencia a iniciativas personales y permisos otorgados por su inmediato superior que vienen a ser las/os directoras/es. Se trata de una especie de personas sumamente particular. Se debaten entre lo deseable y lo posible con la astucia del galante. Son los/as receptáculos de las demandas, la cara más visible. Como un antílope atrapado en la orilla de un río infestado de caimanes en cuya vera acecha una jauría de leopardos, circundados todos por un incendio que amenaza, los/as directora/es reciben los apremios de su cuerpo ejecutivo, es decir de los/as docentes que les reclama la audacia que, en caso de poseerla, su cargo les anula; los reclamos de las familias que recurren a ellas/os ante cualquier adversidad y las requisitorias de los/as supervisores/as que intentan que todo transcurra, que todo siga su curso natural de estadísticas y formalidades insolventes. Solo algunos privilegiados y tozudos llegan a ser supervisores/as adjuntos/as, supervisores/as; y, por último, Director/a Adjunto/a del Área Primaria, que es el último eslabón de la cadena y quien accede a él puede presumir el orgullo de ser el maestro con mayor puntaje y sonrojarse al mismo tiempo ya que ostenta el cargo más genuflexo de la carrera docente ya que responde directamente al Ministro, en el caso actual de CABA Ministra de Educación, y recibe directamente de ella el tenor de sus limitaciones.

¿Qué cuál es la intervención pedagógica de los equipos de conducción? ¿Qué intervención pedagógica? No existe tal cosa en las miras de la Carrera Docente. Conforme se va ascendiendo en ella, más lejos se está de la docencia. En esta cadena de mando verticalista y despiadada se termina respondiendo al poder político. Secretaria/os, vicedirectoras/os, directoras/os se pasean por la escuela con sus delantales blancos como fantasmas ciegos arrastrando cadenas de burocracia y continuismo. En la mayoría de los casos, con la sola intención de ascenso, dejaron en claro cuál es la expectativa que la docencia les genera. Así eran, seguramente, frente al grado. En algunos contadísimos casos, pueden tener las mejores intenciones; pero pronto se encuentran con impedimentos que no pueden sortear porque ya son engranajes de una máquina colosal que no deja a su albedrío hacia qué lado tienen que girar. En el único cargo de una escuela en que se puede caminar por el costado del sistema es en el de Maestro/a de grado. Por eso lo fui durante treinta y tres años, hasta jubilarme.

Si el señor Juan Sánchez Paladino, a quien dedico esta humildísima nota porque fue el único Director que tuve a lo largo de mi carrera que nunca se olvidó por qué alguna vez quiso ser docente, la leyera; estaría de acuerdo.


Sabino Villaveirán, escritor, tallador y escultor en madera, profesor para la enseñanza primaria en la escuela pública.

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